El pasado verano aún reciente, me ha entusiasmado ver tantos rostros fulgurantes en la playa tras la pandemia.
Nunca hasta hoy había percibido así la seguridad que transmiten las mujeres paseando por la orilla del mar.
Frente a modas que no desaparecen e impelen a estar delgadas, sin celulitis, sin los signos físicos del paso del tiempo, he descubierto este año la transformación que produce el feminismo en la visión de las féminas de sus propios cuerpos.
La lucha feminista que no es otra que alcanzar la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, va con retraso en muchas áreas de la vida, pero las mujeres van comprendiendo que son iguales a los hombres en la estimación de su fisonomía, muchos de ellos con atributos cerveceros o descuidos de sus cuerpos sin menoscabo de su propia imagen.
Jóvenes, maduras, mayores que se sienten orgullosas de serlo, en topless, bikini, bañador o desnudas, solas o en grupo, se aceptan a sí mismas y caminan por la vida como en la playa.
Sus miradas desafían al mundo mientras las olas se estrellan ante sus pies.
Ana Fernández
