Después de 20 meses de “sequía”, sin actividades, sin excursiones… por la situación de pandemia que venimos sufriendo y una vez vacunados con al menos dos dosis, nos decidimos a convocar una excursión de dos días a Cuenca los días 11 y 12 de noviembre y aunque al principio hubo una respuesta mayor, finalmente el grupo quedó en 24 personas. En circunstancias normales se habría desconvocado, pero es tanto el deseo de normalizar nuestra vida que decidimos ir a pesar de todo.
Sinceramente creo que fue un acierto porque ha sido como el pistoletazo de salida de las actividades de nuestra asociación que seguirán a este corto viaje.
El tiempo ha sido nuestro gran aliado y hemos tenido dos días otoñales preciosos, con sol y temperatura muy agradable.
Hemos hecho ejercicio (ya se sabe que Cuenca es sinónimo de cuestas) y disfrutado de su casco histórico: el barrio del castillo con las impresionantes vistas de las hoces del Júcar por un lado y del Huecar por otro, las casas colgadas que no colgantes (el guía nos corrigió y contó varias anécdotas sobre el término), ¡el barrio de San Miguel con sus “rascacielos” … y la catedral! Impresionante edificio con sus vidrieras de arte abstracto que impactan y contrastan con el eclecticismo de la catedral donde se combinan los estilos gótico, renacentista, barroco y neogótico. A lo largo del tiempo desde su construcción en 1196 (se terminó en 1257), ha sufrido múltiples transformaciones, pero sigue impresionando por sus dimensiones y belleza interior.
Recorrimos con un guía experto sobre todo en botánica, la maravillosa serranía de Cuenca (impresionante la variedad de flora que hay en la zona) y vimos parte de su fauna: corzos y buitres leonados, y los Callejones de las Majadas un entorno natural en el que la erosión de las rocas calizas cretácicas produjo formas curiosas como pasajes, arcos, monolitos o puentes, configurando un paisaje similar al de la Ciudad Encantada, aunque de menores dimensiones y superficie que esta. En términos geológicos, los callejones constituyen un ejemplo de formación kárstica conocida como lapiaz, el cual se originó por la acción del agua, el hielo, el viento y las variaciones de temperatura.
Los Callejones han sido utilizados tradicionalmente por parte de los pastores para construir apriscos donde guardar el ganado, al utilizar las paredes de roca como parte de los mismos. Hoy en día todavía se pueden observar algunos de ellos.
Ni qué decir de su gastronomía de la que disfrutamos en dos restaurantes con unas vistas maravillosas del casco histórico, comiendo bien y bebiendo mejor.
En fín, creo que volvimos todos contentos y animados a continuar disfrutando de la vida y de estas cortas salidas y otras que vendrán.
¡Confiamos en que la próxima será más numerosa! ¡Ánimo y a disfrutar!
Carmen Camargo
Vocal de la Junta Directiva